> Mimí

Estuvimos en Mimí Restaurant & Café, un bistró porteño del barrio de Belgrano cuyo ambiente cálido y cuidado invita a disfrutarlo a cualquier hora del día. Su cocina ofrece platos clásicos y actuales con sello bien casero, siempre con una vuelta original y creativa. Cualidades de un restó que ya tiene diez años de trayectoria, un mérito que es muy válido tener en cuenta en los tiempos que corren. Con la atracción adicional que significa calidad acompañada con precios razonables. Una perla que saben apreciar los habitués del barrio y los nuevos comensales.

Bajo la batuta de su propietario, Diego Ramírez, un enamorado de las lides gastronómicas que ejerce desde sus primeros tiempos en el Bar Uriarte y más tarde en Santé, le imprimió a Mimí un clima de bistró porteño. Un acento que se refleja en su decoración despojada y actual con toques clásicos y reminiscencias francesas, que se reitera en una cocina básicamente tradicional pero con una vueltita gourmet e innovadora. Allí hay hamburguesas pero con un toque que las distingue basado en una tentadora elección de los ingredientes.

¿Cómo nació Mimí? Diego echa mano a los recuerdos con una bisabuela que le transmitió desde pequeño su pasión por los sabores. Un cálido homenaje que se traduce en el carácter de su estilo gastronómico. Allá por 1900, en Boulogne Sur Mer, Mimí era una joven y hermosa cocinera francesa que trabajaba para una familia acaudalada. Hasta que nace el amor con el joven heredero de la fortuna, una relación que el entorno juzga prohibida y escandalosa. Ante el tenso clima íntimo la pareja decide huir hacia Buenos Aires, una tierra de esperanza y oportunidades, para iniciar una nueva existencia. El amor por la vida y la familia fueron pasando de generación en generación e incluyeron en su valioso legado los secretos de la buena cocina.

La carta que desde un principio desarrollaron en conjunto con el cocinero de siempre, Eduardo Ruiz Díaz, no es muy extensa y tiene un sello casero gourmet. Hay pastas, carnes, pesca, los diferentes rubros están cubiertos y cada plato ha sido estudiado con esmero. Todo se elabora en la cocina, hasta el pan, cuyo trajín se vislumbra desde el salón. Por ejemplo las hamburguesas de cordero patagónico, una carne que es posible encontrar en distintas preparaciones, que salen con brie, rúcula y salsa barbacoa. También está la veggie de lentejas, acorde con los nuevos tiempos. En el tapeo se incluyen los muy solicitados riñoncitos de cordero y las albóndigas de ternera. Los buñuelos de espinaca livianos y sabrosos y los langostinos crujientes con salsa de jengibre son un manjar.

Si se trata de platos fuertes, las costillitas de cordero patagónico con pesto de menta y ensalada de rúcula y cítricos, se llevan los aplausos. Otras propuestas para no dejar pasar son las milanesas de lomo con huevo mollet y salsa de morrones asados, los ñoquis con ragout de cordero, la bondiola de cerdo con chutney casero y el risotto de peras caramelizadas. Como para ir cada día y probar una creación diferente. A la hora del postre, la chocotorta se gana las palmas, una dulzura que desde la apertura nunca salió de la carta. Se agregan volcán de chocolate, semifreddo de naranjas y lima, todo delicioso.

Un espacio para pasar una velada muy agradable y relajada, en familia, en pareja o con amigos, abierto desde las 9 de la mañana hasta la medianoche. El blanco predomina en la boiserie como en los antiguos restó, matizado con detalles naranjas, ocres y verdes. Hay un vajillero antiguo y espejos clásicos con vidrios biselados. Sillas desiguales como en el living de una casa. Velitas en las mesas y, de día, flores naturales. De fondo, música francesa. Mesas despojadas, sin mantel, pero con servilletas de tela. Mesitas en la vereda.

Para tener en cuenta, una carta de vinos especialmente seleccionada por Diego, con promos de vinos por copa que se visualizan en la pizarra. Para hacer un brindis (24-02-2020).

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