> Apu Nena

Estuvimos en Apu Nena, el nuevo bar-restó de Christina Sunae y su socia, cocinera y nutricionista, la encantadora Flor Ravioli. Clima de bodegón a la oriental. Una propuesta distinta, descontracturada, para salir de tapas probando la exquisita cocina del sudeste asiático. Allí se puede comer en la vereda o alrededor de una barra, en cómodas banquetas altas, desde donde se divisa el trajinar de la cocina a la vista. La parrilla y un brasero ocupando el centro de la escena. La respuesta del público ha sido aprobatoria. Gente de todas las edades se adapta al espacio reducido y prueba y conversa animadamente sin reparar en el vecino. Cada uno está en lo suyo.

Para el que no la conoce le recordamos quién es Christina. La chef y co-propietaria, nació en Estados Unidos, se crió en Filipinas y vive en Buenos Aires para hacer lo que sabe, cocinar como los dioses. Sabores, aromas y colores exóticos se concentran en los platos que va sacando un aceitado equipo. En ellos se resumen las culturas de Filipinas, Tailandia, Vietnam, Indonesia y Malasia, respetando las técnicas tradicionales y, suponemos, agregando toques propios. Se usan ingredientes frescos, especialmente seleccionados. Entre ellos pescado, frutos de mar, carnes, vegetales, hierbas y especias exóticas, algunas con nombres que no resultan familiares fuera de esta cocina.  

El chef a cargo sugiere la pesca del día, besugo a la parrilla con lemongrass y vegetales de estación. Excelente. Sale sobre hojas de plátano con una especie de salsa criolla por encima hecha con cilantro, ajo, jalapeño y lemongrass, más guarnición de brócoli, zapallitos y el típico arroz koshihikari cocinado al vapor. Antes probamos otra tapa, pao pao, pan al vapor relleno con cerezas, queso azul y parmesano,  y una salsa picantona de pimienta szechuan servida en una concha de mar o caracola, similares a las que se apoyan en las servilletas de papel, para que no se vuelen. Un manjar.

Pero en las pizarras (no tienen carta) se describen más tentaciones. Entre ellas bola bola, pan al vapor con cerdo y langostino; gunkan de mollejas con salsa de tamarindo; bringhe, tortilla de arroz con leche, coco y pollo; cuadril jugoso con menta, apio chino y sriracha; langos de Río Negro a las brasas, vinagre de jalapeño, vegetales y leche de coco. Nos dijeron que las sugerencias cambian diariamente y que también se pueden leer en Instagram. Cubiertos y palitos están en la barra, para servirse a gusto.

Para maridar hay desde una copa de vino (yo tomé el rosado de Alamos, espectacular) hasta cerveza, limonada, sangría, jugo de sandía, infusión de piña, vermú, cócteles y una bebida típica Tsing.tao. No probamos los postres.

Un menú basado en sabores y recuerdos que la acompañan desde su infancia y en las experiencias de sus continuos viajes por Asia. Todos los platos llevan su impronta y son un fino balance entre sabores salados, amargos, dulces, ácidos, umami y picantes… Vale la pena conocerlos (15-01-2020).

VOLVER ATRÁS