> Bodegón La Pipeta

Ubicado en el centenario edificio Argentino de líneas art decó y hermosa cúpula, sus espacios fueron ocupados por un hotel, oficinas y en algún momento hasta por el cabaret Gong. En 1961 empezó como salón de comidas con el nombre de La Pipeta, en homenaje a las famosas chicas del dibujante Divito cuyas curvilíneas formas daban lugar a esa exclamación. En aquellos años era frecuentado por turistas, concurrentes al Luna Park y estancieros en viajes de negocios. Su fama trascendió las fronteras y recibió comensales famosos como Orson Welles, Onassis, Luis Aguilé, Los Wawancó, por sólo mencionar algunos.

En la actualidad, al cumplir su 55 aniversario, la estratégica esquina tiene en la planta baja un restaurante de batalla para la gente que circula por el microcentro, y, en el subsuelo, el Bodegón La Pipeta propiamente dicho, aggiornado a los tiempos pero sin perder ninguno de los atributos iniciales. Cocina a la vista (son unos verdaderos adelantados), carteles de época, botellas en estantes adornando las paredes, frases para pensar, pizarras con las especialidades, mayólicas españolas, fotos antiguas, enmarcan las mesas cubiertas con manteles blancos y servilletas ídem.

Osvaldo Lamberto, gerente del establecimiento, hace un recorrido por la carta rescatando los mejores platos, como buñuelos de acelga, empanadas de carne cortada a cuchillo, revuelto Gramajo, matambre, pan de carne, arroz con mariscos, lasaña y fussilli al fierrito caseros como el resto de las pastas,. La entraña es una estrella entre las carnes a la parrilla, y la colita de lomo Pipeta, platos que reflejan la calidad y abundancia de las porciones, muchas para compartir. También hay medias porciones generosas. Pero además probamos un bife de chorizo delicioso, en el punto justo. ¿Se le hace agua la boca? Hay más. Suprema de pollo, milanesa en fuente gigante con su guarnición, tortillas surtidas, puchero a la española (por encargo) completísimo y, en temporada, cocina de olla como mondongo y lentejas. La carta de vinos no se queda atrás, están las principales bodegas y algunas boutique, a precios razonables. El vino del mes, $150.

Mozos como los de antes, bien tradicionales, algunos con más de 35 años en el lugar, atienden con profesionalismo y sin necesidad de comanda ni computadora, confían sólo en su oficio y en su memoria. De postre, imperdible la clásica tarantela que prepara Farfán, uno de sus fieles cocineros que fue campeón de billar. En los cumpleaños, una velita en el postre. Y para los turistas, un folleto con la historia y un afiche con los principales cortes vacunos. Tiene un solo defecto, por ahora no abre de noche, pero ya llegará.

http://bodegonlapipeta.tumblr.com

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