VINOS

> De ninfas y burbujas

Por Fernando Muñoz Pace

Allí, en el Palacio Duhau Park Hyatt, ella hizo su aparición. La ninfa de la etiqueta cobró vida y trajo, en medio de los aplausos, una botella de Encarnación. Altísima y tan joven como la mitología manda sirvió en la copa de Pepe Martínez Rosell, enólogo de la bodega, para que todos pudiésemos disfrutar del nuevo espumoso de Rosell Boher. La fiesta estaba en su apogeo.

Mientras las ninfas (había otras tres tan altas y bellas como puedan imaginar) se robaban las miradas, me enteré que el nombre del vino recuerda a Encarnación Rosell Boher. Hace más de un siglo, junto con su marido, Bernardo Martínez Martínez, crearon una bodega de prestigio. Hoy, Rosell Boher tiene viñedos en Los Arboles, a 1.300 metros, en el Valle de Uco (Mendoza). De allí vienen las uvas chardonnay (80%) y pinot noir con las que elaboraron la nueva joya de su corona "champañera".

El Encarnación se hace con el método champenoise, pasa 24 meses sobre borras y alcanza una graduación alcohólica de 13. El resultado: un Brut Nature de reflejos dorados sobre un amarillo verdoso impecable; aromas a avellanas, almendras, membrillos, manzanas y peras, con notas tostadas; buena acidez y complejidad. La bodega informa que la producción es de 11.000 botellas. Cada una, a $ 750 ($ 790 con estuche). Mientras tomaba nota de esto y lo otro, disfrutaba del vino, los fiambres, la bondiola con vegetales y las mousses, volví a buscar, con la mirada, a las cuatro ninfas. Pero ya no estaban. Al menos una, estoy seguro, había vuelto a la etiqueta del Encarnación. ¡Salud!

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